|
Novillos de Ana Romero para Pablo
Aguado. Leo Valadez y Alfonso Cadaval.
Próximos a estar. Alejados de ser.
Resulta curioso cómo tardes de
interés ofrecido por los toros, llegan a pesar como losa en el alma.
Consecuencias nada misteriosas si atendemos y sufrimos un lamentable espectáculo patrocinado y jaleado por tres candidatos a doctorarse en breve que, ni ante dulce de arrope saben meter la cuchara y paladear las muy identificables tonalidades gustativas. Muy aprovechable la novillada de Ana Romero. Interesante, con ese punto de casta que engancha al respetable, noble, humilladora, pidiendo a gritos un buen trato en las lidias, incluido el tan merecido y noble arte de torear. Destacó el tercero premiado con una, excesiva vuelta al ruedo pero que derrochó casta alternando con prestancia en los engaños y entrega propiciatoria de triunfo rotundo. Ni por esas vimos lo que tan claramente demandaba.
Esa fue la tónica durante toda una
tarde en la que las preguntas se agolpan sin remedio :
¿ Qué "necesitan" estos jóvenes en prácticas del tan ilustre oficio de torear para demostrar que quieren llegar a ser?.
¿ Cómo llamar "toreros "
a quienes, a pesar del privilegio consistente en ocupar los puestos punteros
del escalafón, andan perdidos, dubitativos, espesos, sin
capacidad de resolución, frente a animales benévolos, cómplices en muchos
momentos y del todo garantes de esa tan deseada "durabilidad " o
"toreabilidad"?.
¿ En manos de quiénes está el
futuro del toreo si la vulgaridad asola también el escalafón novilleril?.
Interrogantes éstos que martillean
en mi aturdida cabeza tras la finalizacion de una novillada que se fue
a los corrales entera de cuerpo y alma porque quienes tuvieron qué poner no
entienden más allà de faenas prefabricadas o vaya usted a saber sobre qué.
Y es que ni Pablo Aguado con esa
descolocación constante, esa prestancia en la sucesión de pases interminable
y las estocadas fallidas repetidamente.
Ni Leo Valadez, siempre desconfiado, desnortado, perdido.. Lo más destacable, sin excesos, fueron las buenas maneras que mostró Alfonso Cadaval que sustituía al anunciado Ángel Sánchez durante el arranque de faena al novillo estrella de la tarde. Dos pases de pecho con profundidad y belleza que dejaron muy buenas sensaciones pero como no todo puede ser alegría, dejó en el aire sin que la obra tomara vuelo por aquello del citar, templar y mandar tan extraño para unos como deseado para otros. Ni uno, ni otro ni el tercero...
Esperemos que mañana los Cuadri
nos asistan...!.
|
Pablo Aguado, silencio tras aviso y ovación;
Leo Valadez, silencio tras aviso y silenvio;
Alfonso Cadaval, ovación y silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario