Va a hacer
15 años, una tarde otoñal me fui a Madrid a ver, como muchos años hacía (ahora
ya no lo hago) alguna corrida de la feria de otoño en las ventas. Creo que por
aquel entonces las organizaban los Lozanos. Cuando llegamos recibo la llamada
de mi amigo Iñaki Etxarri de que su compañera Tere, estaba en el hospital, se
había puesto de parto.
Mientras
estábamos en la corrida recibo la buena nueva, la familia había aumentado en
un miembro más, Nerea ya había dejado el cuerpo de su madre y se había unido a
nuestras vidas. Sobre todo, a las de sus padres.
Después de
la corrida, me fui directo al hospital para felicitar a la feliz pareja y darle
la bienvenida a Nerea. Tengo que decir que Iñaki, un gran aficionado y amante
del toro por encima de todo en la fiesta, estaba rebosante de felicidad, Tere
cansada lógicamente, agradeció con su sonrisa la visita. Esta no duró mucho
tiempo, de lo que se trataba era compartir la alegría y no dar el coñazo.
Nerea guapísima, y eso que acababa de empezar a respirar sin la necesidad de
su madre.
Bueno pues
los años pasaban y a las primeras de cambio, como todo buen aficionado, Iñaki
empezó a llevar a Nerea a todos los festejos que se organizaban en la plaza. La
niña con tres añitos, se enganchó a todo lo que allí estaba ocurriendo. Se iba
pispando de todo lo que su padre y demás aficionados del tendido comentaban. Es
decir, desde sus primeros días empezó a mamar lo que era la fiesta de los
toros, poniendo sus cinco sentidos ante todo aquello que ocurría en la plaza.
Pasaban las
ferias y las tardes entre preguntas a su padre y explicaciones de este. Aquella niña seguía ampliando los conocimientos del porqué de las cosas que
pasaban en el ruedo y por qué había otras que no pasaban y deberían de pasar,
hasta convertirse en una gran aficionada, con nueve o diez años ya sabía
perfectamente escribir la crónica de cada tarde y de ello dio ejemplo en el Chofre.
Pero no
acabó aquí la cosa entre toro y toro, entre pitos y aplausos, le fue entrando
el gusanillo de ponerse delante de esos toros que durante tantos años había
visto a otros, y ni corta ni perezosa se fue a apuntar a la Escuela de
tauromaquia de Madrid.
Tengo que
decir que en la otra escuela asombra con sus notas. Es callada, reservada en
extremo diría yo, sobria sin florituras y sin alharacas, pero una gran
luchadora.
Ete aquí que después de un año del susto que le dio a Iñaki por lo que se le venía
encima y este pensando que con el tiempo esa fiebre llegaría a pasársele, pues
no, todo lo contrario, un año después, como decía, recibo por
wasap que aquella niña nacida en un otoño madrileño, hace catorce años, va a
ponerse delante de una becerrita por primera vez y encima ante público, no en
la intimidad de una finca, no, ante público y en las fiestas de un pueblo,
Cenicero en la Rioja. Me dio un vuelco el corazón.
Pero aun
estando en una situación complicada y sabiendo que Iñaki agradecería mi
presencia, enseguida empiezo a planear el viaje. Yo creo que a Nerea no le importaba
demasiado, estaba en otras cosas. Nerviosa, pensando cómo sería la primera vez,
pensando en no defraudarse a ella misma ni a los que habían puesto su confianza en ella, en
fin, lo normal cuando ocurren estas cosas. Pero por mi parte entendía que debía
estar allí.
A las diez
de la maña del día 8 de Septiembre cuando más de madia España está en la cama
por las juergas de esa noche, debido a la festividad de la virgen, (seguramente
se celebran más fiestas en esta virgen de Septiempbre que en la del 15 de
Agosto) a las diez de la mañana como decía, pongo rumbo a la localidad riojana.
Como es
lógico solo estaban cuatro mayores por las calles de Cenicero, lo recorrí en
menos que canta un gallo.
Recibo la llamada de Iñaki que en un par de horas llega en el autobús. Después de haberme tomado unos vinos, como no, en la rioja no iba a tomar mariconadas, junto con algunos pinchos, espero a que den las dos para que mi amigo llegue en el autobús, sin haber dormido nada en toda la noche, nervioso, parecía que el que se iba a poner delante de la becerra era él. Estaba echo un flan por la impotencia de no poder hacer, ni decirle nada a su niña.
Recibo la llamada de Iñaki que en un par de horas llega en el autobús. Después de haberme tomado unos vinos, como no, en la rioja no iba a tomar mariconadas, junto con algunos pinchos, espero a que den las dos para que mi amigo llegue en el autobús, sin haber dormido nada en toda la noche, nervioso, parecía que el que se iba a poner delante de la becerra era él. Estaba echo un flan por la impotencia de no poder hacer, ni decirle nada a su niña.
Pero esa era
principalmente mi función, parar el toro de los nervios, darle la lidia
adecuada para que durante esas horas previas todo fuera bien. No fue difícil,
como hacía tiempo no nos habíamos visto, había muchas cosas que contarnos y
muchas más de las que hablar, por supuesto de los toros, aunque también hubo
algún momento para alegrarnos de la victoria del Osasuna.
La tarde
estaba tormentosa y en cualquier momento podía descargar agua, así sucedió
en la hora previa al festejo, no iba a ser la única. Llega el coche de la
escuela, enseguida Nerea le escribe a su padre preguntandole que con quien estaba, pues para
resguardarnos de la tormenta nos habíamos metido en mi coche.
Respetamos el
cambio de ropa, de si se tira para adelante, si se suspende, en fin, los previos.
Y llega la hora de empezar. Decir que el festejo se componía de dos becerristas
y unos recortadores, organizado por Toropasión y gratuito.
En esos ratos
de espera tanto fuera como dentro de la plaza esperando a que acondicionaran un
trocito de ruedo ya estábamos más nerviosos que Nerea. Yo ya no podía, la
espera se me estaba haciendo interminable, y es que había dejado de llover y
aquello no lo aprovechaban, era seguro que en cualquier momento volvía a
descargar la tormenta.
Por la
megafonía se escucha que el paseíllo puede comenzar. Nerea, su compañera y un
novillero de la escuela que fue para ayudarlas en el ruedo, salen muy toreros y
con ganas de comerse el mundo, Nerea con el añadido que es la primera vez y con
catorce años, increíble. Por cierto, justo cuando empiezan a dar los primeros
pasos por el ruedo, la batería de la cámara se agota y no pude hacer ni una
sola foto de ese momento.
Cuando dan
la orden de que salga la becerra, empieza a caer agua como si nunca lo hubiera
hecho. Le paran un poco la becerra y por fin llega el momento mágico
que estaba esperando desde hace años. Empieza con el capote, pero la becerra se
le quedaba debajo. Blandita y perdiendo las manos, estaba claro que eso no era
el carretón de la escuela, pero ella muy digna no le perdió la cara en ningún
momento, unos capotazos un poco atropellados y a por la muleta.
Coge la
muleta y para nuestra sorpresa, se va toda decidida con la mano izquierda, le da
tres tandas rematadas con el de pecho que nos dejaron boquiabiertos, pero ojo,
no penséis que me pierde la pasión, no eran los naturales de El Viti, pero
seguro que este cuando toreó su primera becerra no los dio mejor, lo de darlos como él ya
llegará, todo ello entre el aguacero y sin poder hacer casi fotos por lo que llovía,
pero bueno, como veréis entre unas cosas y otras, aquí queda algún testimonio.
Al final de la faena el delegado de la autoridad, suspende el festejo, pero el
sueño se había hecho realidad y comienza la realización de este.
Resumiendo,
esta es la historia del comienzo un bonito sueño y de un día con no mucho que contar,
pero lleno de sentimientos, ilusiones y experiencias. Esperemos llegar a contar
dentro de muchos años y después de muchos éxitos en su carrera, el final feliz
de este sueño.
Suerte Nerea
y que sepas que cuentas con todo nuestro apoyo.
Qué historia para más emocionante querido Toni. Y felicitaciones para Nerea e Iñaki. Que Dios reparta suerte en la concreción de este lindo sueño.
ResponderEliminarPd. Y Toni, la próxima proveerse de una batería de recarga para lograr más arretratos.
Saludos