De nuevo aquí.
Calasparra y su feria de novilladas es cita
inexcusable para afligidos aficionados con un largo, demasiado largo,
peregrinaje por senderos yermos, estériles de emociones patrocinadas por todo
lo que implica un toro en el ruedo.
Más aún en esta tierra mía cuya apuesta capitalina (véase
carteles de Murcia) nada ofrece más que la iracunda huida envuelta en figuritas
de papel cuché y borreguitos ad hoc. Y el circo, señores, con carpa y luces de
neón que las plazas yo las quiero con toreros dispuestos y animales con
aspecto y proceder de Toro.
Calasparra es una bocanada de oxígeno renovado en
nuestras contaminadas arterias por el pesado tufo del sistema taurino.
Curiosamente el agente más antitaurino que podamos imaginar en esta actual
"tauromaquia" tan moderna ella como vacía de autenticidad y
legitimidad.
De nuevo aquí. Valdellán era uno de los carteles
elegidos y por los dioses que acertamos.
Seis novillos bien presentados, llegando a ser tres
de ellos verdaderos toros de plaza prestigiosa. Seis novillos de interesante
comportamiento resaltando muy gratamente primero y tercero, este último
premiado con una vuelta al ruedo justa a mi entender, como equitativo pago al
buen juego que dió en los tres tercios de la lidia.
¡Qué alegría ver ese novillazo ( N. 7.
"Montañés") tomar dos puyazos, arrancándose con prontitud, metiendo
riñones en la segunda vara y reivindicando el tan ansiado tercio de varas!
Adrien Salenc lo quiso y Juan José Esquivel-
picador, qué bueno eres- ejecutó a ley la suerte.
Con el sexto, otro toro que ofreció muchas
oportunidades para el triunfo y al que el francés cortó dos orejas a base de
desplegar todo el manual del destoreo más populista y chabacano, aún matando
bien, no dió la dimensión precisa del toreo que la casta solicita y abusó de
las cercanías, la lejanía en la colocación, la falta absoluta de temple.
Conectó muy bien con el público y salió por la
puerta grande. Un regalo, sin duda patrocinado por los novillos de su
lote.
Los otros dos novilleros acartelados pasaron por La
Caverina muy de puntillas.
Más pena que gloria para Manuel Rodríguez al que
agradecemos su voluntad pero bien debieran advertirle sus más cercanos desde el
cariño que en el oficio de ser torero no basta solo el querer, también hay que
saber y ahí residen las muchas dificultades.
Y no pasa nada. No todos podemos conseguir lo que
ansiamos y él tiene a su favor la juventud.
Verle frente a ese extraordinario primer novillo
era romper en llanto desesperado por la total inutilidad.
No se puede desperdiciar un toro encastado,
repetidor incansable en sus embestidas nobles y enérgicas como soltero en una
fiesta de capea y alcohol.
No puede alguien que quiere ser, delante de un
novillo que pide papeles, liarse a dar mantazos al viento como alma que lleva
el diablo o como pollo sin cabeza.
Simplemente, no puede ser. O no debiera serlo.
Y Pablo Atienza, el más desafortunado en el sorteo,
no acabó de acoplarse a sus oponentes. Sobre todo en su segunda comparecencia.
Buen gusto no le puedo negar pero su toreo resulta
anodino, insípido, carente de estructura. Las dos faenas que le vimos fueron un
calco y ésto te lleva como espectador a desconectar en la segunda tanda. Muy
mal a espadas, lamentable.
Hasta aquí la segunda de Feria y aún con el regusto
dulce en la memoria les emplazo hasta la próxima que si nada lo remedia será el
próximo jueves con los de Prieto de La Cal y lo contaremos aquí en El Chofre
página web de aficionados.
Ficha del festejo.
Segunda de Feria del Arroz de Calasparra (Murcia).
Novillos de Valdellàn, interesantes en conjunto.
Destacaron primero y tercero, este último premiado con vuelta al ruedo.
Media plaza en tarde calurosa con nubes.
Manuel Rodríguez: palmas afectuosas y pitos.
Pablo Atienza: silencio y pitos.
Adrien Salenc: oreja y dos orejas. |
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