para Jose Antonio. José Cabrera y Fran
Ferrer.
Por Gloria cantero martinez
Miuras nobles para novilleros incapaces
Acabó la Feria del Arroz
calasparreña con otra tarde para olvidar que les aseguro será muy fácil habida
cuenta de lo que volvimos a sufrir desde uno de los hoy abarrotados tendidos de
La Caverina. Magnifica fue la entrada en este día de cierre y tal circunstancia
puede ser motivo de satisfacción siempre y cuando el respeto por el rito no
degenere en ese triunfalismo hipócrita envuelto en nefasta generosidad
que, a mi modo de entender, no beneficia ni a los propios novilleros que
volvieron a dejar muy claro su total incapacidad, ni siquiera y aquí lo más
preocupante, a la propia fiesta que se aleja a pasos agigantados de esos casi
ya desconocidos fundamentos básicos para asegurar su propia supervivencia.
No hablemos ya de futuro visto lo
sufrido.
Cierto es que la novillada de Miura
no respondió a la expectación generada por el mítico hierro, aunque tampoco el
lamentable hecho nos coge desprevenidos que ya sabemos de su descarada
modernización. Aun así, no me parece de recibo traer a Calasparra tan desigual
novillada y tan similar en comportamiento.
Escurridos de carnes y negados de
fuerza primero y tercero. Solo el encastado segundo (llegó a tomar tres varas arrancándose
con prontitud) un cuarto codicioso de salida y el soso sexto recordaban
algo la morfología de la casa legendaria.
Y sobre todo, noble, muy
noble, dejándose hacer incluso después de haberlos maltratado con lidias
más que lamentables que si ustedes creyeron por un instante que la ofensa de
ayer era solo un hecho circunstancial, se equivocan: volvió a repetirse el
mismo sainete en banderillas por no hablar de los cientos de capotazos al
cielo, los derrotes en los burladeros provocados (hecho que pasó factura al
tercer novillo que se vio muy limitado a partir de semejante atropello).
Les aseguro, mis muy tolerantes lectores que, si tuviera argumentos suficientes para extenderme en el análisis de las faenas construidas y ejecutadas por los novilleros, lo haría de buen grado, pero simplemente es imposible.
Y lo es porque ni el bullanguero
almeriense J. Cabrera, algo más dispuesto que sus compañeros de terna hasta
puso banderillas a lo Fandila jaleadas y aplaudidas por el público festero pero
que se vio desbordado ante el novillo de la tarde tirando de pico, distancias
vergonzantes, enganchones por doquier y un auténtico desastre en espadas, ni
Jose Antonio Lavado que si bien no tuvo opción en su primera comparecencia,
ante el cuarto anduvo muy perdido, desconocedor, sin saber cómo meter
mano a su toreable colaborador, ni el murciano Fran Ferrer, el más verde de los
tres o mejor, el de más intenso verdoso que pudo haber dejado algún muletazo
para recordar tirando del también noble y cooperante sexto, alargando sus
embestidas, toreando en suma pero fue que no y también el novillo echó la
persiana.
Resumiendo: entenderán ustedes que tampoco hoy pueda escribir de toreo por una sencilla y desalentadora razón: no lo hubo.
Y como siento acabar así esta
serie de particulares análisis sobre Calasparra y su feria de novilladas quiero
agradecer a mis amigos de El Chofre, especialmente a Juan Hernàn, mi querido
Maestro Toni, esta nueva oportunidad para hacerles llegar estos tres desahogos
con palabras de aprendiz de aficionada que sigue apostando por esta feria de
novilladas, su afición y sobre todo por el toro como gran protagonista.
Que sea por muchos años.
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