lunes, 9 de septiembre de 2019

Calasparra. Última de Feria. Novillos de Miura


 para Jose Antonio. José Cabrera y Fran Ferrer.

Por Gloria cantero martinez

Miuras nobles para novilleros incapaces
Acabó la Feria del Arroz calasparreña con otra tarde para olvidar que les aseguro será muy fácil habida cuenta de lo que volvimos a sufrir desde uno de los hoy abarrotados tendidos de La Caverina. Magnifica fue la entrada en este día de cierre y tal circunstancia puede ser motivo de satisfacción siempre y cuando el respeto por el rito no degenere en ese triunfalismo hipócrita envuelto en nefasta  generosidad que, a mi modo de entender,  no beneficia ni a los propios novilleros que volvieron a dejar muy claro su total incapacidad, ni siquiera y aquí lo más preocupante, a la propia fiesta que se aleja a pasos agigantados de esos casi ya desconocidos fundamentos básicos para asegurar su propia supervivencia. 

 No hablemos ya de futuro visto lo sufrido.

Cierto es que la novillada de Miura no respondió a la expectación generada por el mítico hierro, aunque tampoco el lamentable hecho nos coge desprevenidos que ya sabemos de su descarada modernización. Aun así, no me parece de recibo traer a Calasparra tan desigual novillada y tan similar en comportamiento.
Escurridos de carnes y negados de fuerza primero y tercero. Solo el encastado segundo (llegó a tomar tres varas arrancándose con prontitud) un cuarto codicioso de salida y el soso sexto recordaban algo la morfología de la casa legendaria.

Y sobre todo, noble, muy noble, dejándose hacer incluso después de haberlos maltratado con lidias más que lamentables que si ustedes creyeron por un instante que la ofensa de ayer era solo un hecho circunstancial, se equivocan: volvió a repetirse el mismo sainete en banderillas por no hablar de los cientos de capotazos al cielo, los derrotes en los burladeros provocados (hecho que pasó factura al tercer novillo que se vio muy limitado a partir de semejante atropello).


Les aseguro, mis muy tolerantes lectores que, si tuviera argumentos suficientes para extenderme en el análisis de las faenas construidas y ejecutadas por los novilleros, lo haría de buen grado, pero simplemente es imposible.

Y lo es porque ni el bullanguero almeriense J. Cabrera, algo más dispuesto que sus compañeros de terna hasta puso banderillas a lo Fandila jaleadas y aplaudidas por el público festero pero que se vio desbordado ante el novillo de la tarde tirando de pico, distancias vergonzantes, enganchones por doquier y un auténtico desastre en espadas, ni Jose Antonio Lavado que si bien no tuvo opción en su primera comparecencia, ante el cuarto anduvo  muy perdido, desconocedor, sin saber cómo meter mano a su toreable colaborador, ni el murciano Fran Ferrer, el más verde de los tres o mejor, el de más intenso verdoso que pudo haber dejado algún muletazo para recordar tirando del también noble y cooperante sexto, alargando sus embestidas, toreando en suma pero fue que no y también el novillo echó la persiana.


Resumiendo:  entenderán ustedes que tampoco hoy pueda escribir de toreo por una sencilla y desalentadora razón:  no lo hubo.

 Y como siento acabar así esta serie de particulares análisis sobre Calasparra y su feria de novilladas quiero agradecer a mis amigos de El Chofre, especialmente a Juan Hernàn, mi querido Maestro Toni, esta nueva oportunidad para hacerles llegar estos tres desahogos con palabras de aprendiz de aficionada que sigue apostando por esta feria de novilladas, su afición y sobre todo por el toro como gran protagonista. 
Que sea por muchos años.

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