domingo, 4 de diciembre de 2022

Buenacara y los de Calahorra.

 Articulo Los martes de Navalón TRIBUNA DE SALAMANCA año 1995

Publicado en el chofre.com el 18 de enero del 2010

Un toro con caracter indpendiente.

En las ganaderías saben muy bien el pequeño alboroto que se forma un día de tentadero. Hay que hacer lo mismo de todos los días antes de las once de la mañana. Luego preparar la lumbre, limpiar el palco, arrastrillar la pla­za y tener a punto el aperitivo de las doce (que siempre empieza a la una) con los to­rreznos de barbada y las tajadas de embutido frito para abrir boca con unas botellas de Rioja. Después siempre pasa lo mismo. Se nos había olvidado ir a buscar la yegua de picar, ponerle el peto y llevar unas botellas de agua fresca a los burladeros porque el vino no es bueno ni para torear ni para tomar notas.
Al principio te hace ilusión invitar a gente y estás deseando que te llamen las peñas taurinas, o los bautizos, comuniones y despedidas de solteros de los amigos. Luego te cansas porque normalmente pasa eso de ni agradecido ni pagado y encima te dejan todo hecho un asco de papeles, botellas vacías y desperdicios. Y no sabéis lo que molesta ver en el campo todas estas cosas. Y el peligro que tiene un papel que se mueve con un golpe de aire y te puede tirar el caballo de un espanto. Así que poco a poco vas reduciendo los festejos y poniendo disculpas para evitar tantos incordio.

 Tentaderos disfrutados

Sin embargo nada comparable a recibir a los verdaderos amigos y tomarte un día de fiesta para verlos felices disfrutando con el campo y las becerras cuando salen buenas. Da gloria hacer los tentaderos con gente que sabe estar, que no se mueven en los burladeros y guardan silencio cuando se está probando la vaca en el caballo. Desde antiguo he sentido debilidad por las gentes de La Rioja primero como crítico, porque para ellos nunca he dejado de estar en activo y aunque no firmes en los gran­des periódicos te siguen llamando para dar coloquios y siempre es bueno traer a casa unas perrillas para pagar el pienso de los toros. Aunque a la hora de la verdad siem­pre me chulean y pagan poco.
 

Luego como ganadero también hubo suerte y después de aquel toro memora­ble en la corrida de Haro, tengo cartel para lidiar todo lo que haya, si no hubiera plazas en el resto de España.
Cuando los amigos riojanos llegan al campo saben estar y además tienen la ge­nerosidad de llenarte la despensa de cajas de vino, espárragos, pimientos y demás lindezas de la tierra.
El último sábado llegaron los de Calahorra, con la grave responsabilidad de re­señar, en nombre de la empresa, la corrida de toros que vamos a lidiar en la feria allá por finales de agosto. En agosto los del Club Taurino ponen mi nombre en la ca­lle principal en una pancarta enorme de balcón a balcón para anunciar los colo­quios. Y luego me hacen de la familia. Todos los días comemos y cenamos juntos hasta que llega la madrugada y cuando surge algún trabajillo extra me dejan solo discretamente.
Así que llegaron el sábado, después de pasarse la víspera de copas en Ciudad Rodrigo y algunos ni tiempo tuvieron de dormir porque llegaron al hotel cuando ya tocaban las campanas de la catedral a misa primera. Y llegaron con todo puesto: las cajas de vino, las chuletas de lechazo, las costillas de asar, el choricillo picante y los latas de conservas y hasta dos cajas de dulces para desayunar a su salud medio mes. Por traer traían hasta las parrillas de asar. Total que no hice más gastos que una caja de gambas y el pan. Así da gloria.

El cronista café
Así que salió un día de sol y cielo limpio y estábamos tomando el aperitivo en mangas de camisa recordando al inolvidable Florencio Herce, aquel panadero que nos hacía morir de risa y era un fervoroso seguidor de Julio Robles, cuando el puñetero de su hijo le dio por nombrar a un crítico innombrable que tiene justificada fama de gafe y me hizo perder los estribos porque siempre que lo mientan pasa una desgracia. ¡Tonterías! Bueno ya veréis como hoy nos pasa algo malo. ¡Tonterías! Si tonterías: un año yendo a la feria de Santander, antes de llegar a Salamanca se le ocurrió nombrarlo a mi acompañante y antes de llegar a Palencia ya llevábamos dos pinchazos y un reventón. Y un día Diego Puerta lo llevó en el coche a Pamplona y el primer toro le cogió tres veces. Y si me pongo a contar no acabo. Todos sabéis quien es. Escribe en la revista "Aplausos", que dirige y anima mi admirado Salvador Pascual, uno de los hombres más cultos, educados, que además de una brillantísi­ma pluma tiene una apuesta figura y refinados modales. No pongo el nombre del cronista gafe porque seguro que se escofia la máquina o se estropea el fax o se con­funde Ricardo Fernández en los pies de fotos o en los ladillos. Olvidado el incidente hablamos de la feria de Valencia, del petardo que han dado los Jandillas, los Domecq y los Atanasios y cuando llegó la hora de abrirle la puerta a la primnera be­cerra ya habíamos largado de todo el toreo, incluidas tonterías que ha escrito Zabala.
¡Puerta vaca! Y salió la más rabiosamente mansa, berreona, revoltosa y bus­cando la pared como si realmente se tratara de una vaca de ]andilla. ¡Veis lo que pasa por nombrar al innombrable!. No se recuerda en esta ganadería una vaca más descastada, aunque a fuerza de ponerle la muleta en el hocico el torero riojano Pérez Vitoria le sacó cien pases trabajosos como en las faenas de feria de Valencia. Menos mal que acto seguido salió una tostadita alegre en el capote, bravísima en el caballo y repitiendo en la muleta por el pitón derecho con tanta largura que "El Victor" se la dejó a su compañero para quitarse el mal sabor de boca del gafe sevillano que escribe en "Aplausos".

Un toro solitario.
Y cuando acabó el tentadero nos fuimos a comer y a beber y a fumar y a char­lar con la barriga al sol en el llano de la casa, hasta que llegó la hora de ir a buscar al: "Buenacara" cuando ya estaba la curiosidad al rojo por conocer a ese toro que ya es famoso medio año antes de lidiarlo.
Casi todo los años sale en la carnada un toro fugitivo, al que no hay forma de atropar con sus hermanos de carnada. Uno se va porque es un golfo y se salta a cu­brir las vacas si no le pega el semental. Otros huyen porque le hacen la guerra los demás.Y otros, como éste de Calahorra, es un verdadero misterio. Porque no es pen­dón ni goloso, ni alborotador y aunque los demás lo tienen sentenciado por ser el gallito de la carnada, los pocos ratos que logramos retenerlo en el cercado anda tranquilo y convive divinamente con sus hermanos.
Sobra decir que es un toro guapo, bien plantado, con dos pitones bien puestos, astifino y veleto. Y sobre todo da gloria verlo andar con esa majestad, esa calma y ese poderío. Las pocas veces que se encampana y te da la cara te entra un escalofrío y un respeto misericordioso por el torero que toque ponerse delante. Es la estrella de la camada y arrogante donde los haya.
Desde utrero ya destacaba de todos los demás porque fue de los tempranos y te­nía una madre criadera con mucha leche. Así que cogió ventaja y cuando llegaba algún profano se extrañaba que hubiera "un toro" en la carnada de los utreros. Hasta que le enseñábamos el número de la paletilla y se quedaban asombrados del "saque" que llevaba.
Fue en octubre al apartar los toros nuevos de esta temporada, cuando empezó a mostrar su carácter independiente y solitario. Estaba tan encariñado con el cerca­do de los novillos que no hubo forma de atroparlo en la cerca de los toros. Toáoslas mañanas, cuando llegaban al pienso había desaparecido. Nosotros a encerrarlo y él a escaparse todas las noches. Le pusimos tres alambres de espino por encima de la pared. Imposible saltarse. Pero todas las mañanas aparecía con los novillos. Y no es que fuera saltarín. Porque los hemos tenido que brincan las paredes más altas sin tirar una piedra. Este debe tener un ansia irrefrenable de libertad porque le resuelve a la brava. Mete el pecho y tira los tres hilos de alambre y un metro de pared. Así que dejamos por imposible a ver si se desengañaba. Fue entonces cuando le cambiamos el nombre.
Todos los años hay un toro especial que se gana un bautizo distinto al que fi­gura en la ficha. Le pusimos "Buenacara" por lo bien armado que está. Otras veces le llamamos "Caraguapa".
Al cabo de quince días y con las paredes mejor reforzadas hicimos otro intento de atroparlo. Entonces se tomó la revancha como si qusiera quitárnoslo de la cabe­za. Se escapó del cercado de los novillos y empezó a hacer correrías por las fincas de los alrededores. Pero en el fondo era un infeliz, porque todos los días aparecía mas o menos en los mismos sitios y todos los días volvía sumiso sin el menor problema.

El terror de los caminos
Así que ya sabíamos que por las mañanas había que echar media hora en irlo a buscar. Comía el pienso con los demás y cuando llegábamos a casa ya había de­saparecido. Con los prismáticos le veíamos hacer la fechoría diaria. Se saltaba de la cerca de los toros a la de los utreros.
Allí bebía, tonteaba un poco con los novillos y salía valle arriba hasta llegar al término de Alameda de Cardón y allí escogía un sitio para pasar el día a su aire. A todo esto los de Alameda se ponían por ahí arriba. Que si nos va a matar, que si me ha comido el centeno, que si me cubre una vaca morucha y me busca la ruina. Los de Alameda siempre han sido unos vecinos muy alarmistas. Lo cierto es que el "Buenacara" no se metía con nadie y sólo quería que lo dejaran en paz hacer su vida.
Pero los de Alameda amenazaron con matarlo a tiros si volvían a verlo así de sopetón cuando iban a buscar leña o a echarle a los marranos. Y tenían razón, por­que el toro impone respeto a cualquiera. Y más por sorpresa.
Así que una mañana decidimos darle un escarmiento para quitarle esa manía. Fuimos con los caballos, los perros y el todo terreno. Y vino el Sr. Niño con la esco­peta y le arreó tres tiros con carga de sal gorda. El toro pegó unos respingos furiosos y salió que perdía el culo arrasando todo lo que pillaba por delante. No volvió de co­rrerías fuera de "El Berrocal" pero a los pocos días volvió a saltarse a la cerca de los novillos y así sigue cada mañana.

Como se acercaba el día que llegaban los de Calahorra a ver la corrida, no era cosa de que se fueran sin admirar al que tiene más plaza. Y lo cambiamos a un cer­cado interior con los becerros recién herrados. Dicen que los toros se calman junto a los becerros. Y es verdad. Muchos ganaderos echan los añojos más atrasados en la camoda de los toros para que no se peguen. Debe pasarle como a las personas ma­yores, que les da vergüenza hacer cosas malas delante de los niños. Y se reprimen. Eso me recuerda a una señora casada que siempre decía lo mismo: «Estáte quieto ahora, que nos ven los niños».
 

Se mantiene del aire
Pero "Buenacara" se sale de todas las reglas. Dejaba a los becerros y a dos va­cas tísicas que tengo arropándolos y saltaba cuesta arriba una pared enorme. Ahora para llegar a los novillos tenía que saltar tres cercas. Le daba lo mismo. Con esos pe­chos que tiene ya ni se molesta en saltar. Arrolla todo lo que se le pone por delante. Ahora cada día se esconde en un sitio y no va al pienso para que no le veamos. El misterio es de que se mantiene, porque en la cerca de los machos no hay más comi­da que el ramón de la corta de las encinas y lo que le echamos en los morriles. Y sin embargo no pierde el pelo. Pero no aumenta como debiera.
Así que el día que llegaron los de Calahorra, locos por conocer al "Buenacara" que ya es la figura de las ferias de agosto y tiene más expectación que Joselito y Ponce juntos, decidimos tomarlo con calma y no molestarlo hasta la crítica hora. Al acabar el tentadero y la comida, cuando ya bajaba el sol, salimos en comitiva. Parecíamos los furtivos de una cacería. El grueso del grupo se quedó en la cerca de los becerros, detrás de una portera por donde pasa el toro, para verlo más cerca sin molestarlo. Y nosotros con el vídeo y las cámaras fuimos a buscarlo. Estaba detrás de un zarcerón. No se le veía más que un ojo y un pitón. Le cogimos la vuelta y lo íbamos arreando poco a poco con mucha calma para que no se alborotara con las visitas. De pronto desaparecía y los riojanos se quedaban desolados pero como ya le sabíamos los escondites aparecía de nuevo entre el general asombro. Otra carrerita y otra vez desaparecida. Hasta que llegó a la cerca de los toros y entró como un re­lámpago buscando la de los becerros. "Buenacara" era ya como un mozo de espa­das que al llegar a un sitio ya sabe el hotel donde le toca dormir.
 

Desbandada General
Lo malo fue que el grueso de los visitantes habían cerrado la portera de hierro por ese desconocimiento de la gente de asfalto «para verlos mejor y más seguros». ¡No la tuvieron buena!. El toro, que ya venía caliente al barruntar gente extraña, así que vio el camino cortado arremetió contra la portera y se organizó una desbanda­da de pánico, atropellándose unos a otros por encontrar un sitio seguro. El toro lle­gó a echarle las babas encima, pegó un respingo, milagrosamente respetó la porte­ra, volvió ancas, tiró otro metro de pared, rompió los alambres y se volvió tan cam­pante al cercado de los novillos.
Los de Calahorra ya saben el miedo que puede dar ponerse delante del "Buenacara". Si algunos hubieran tenido valor de hacerle una foto a esa distancia, sería el mejor cartel de la feria. Pero con el espanto del miedo hubo que andar luego buscando las máquinas porque ni Dios sabía donde las habían perdido.
Imagino lo que habrán ido contando después de tantas emociones. Era ya de noche cerrada y ninguno tenía prisa. Había una hermosa lumbre en la chimenea. Y una botella de aguardiente de las que me manda Paco Entrena del Bierzo iba de­sollando las gargantas y allí seguíamos mientras se le iba el susto del cuerpo.
Se fueron cuando empezó a salir la luna. El hechizo bravío de un día de cam­po y la botella de aguardiente no los dejaba marchar. Tenéis que venir en primave­ra con las mujeres y los niños. Pero ese día no habrá más sustos del "Buenacara".



No hay comentarios:

Publicar un comentario