Por Alfonso Navalón
A los buenos toreros de las buenas faenas les tiran flores, puros y alguna chaqueta. Cuando en las vueltas al ruedo se tiran melones y conejos es que se trata de otros toreros y otras faenas. Al hablar de la despedida de Manolo Vázquez, Alfonso Navalón hace un augurio: Nos quedan muchos días para ver faenas premiadas con gallinas, corderos y frutos del campo. Echaremos de menos esas vueltas triunfales de los grandes toreros, como Manolo Vázquez.Publicado en Diario 16 / 27 septiembre-83 y en el chofre el 16 de febrero del 2009
En ésta fecha cuenta mucho la psicosis. Durante años, cuando el Viti montaba la espada se hacían unos silencios sepulcrales por el indocumentado de turno de televisión, ya que le hizo creer al gran público que Santiago Martín ejecutaba la suerte a la perfección. La osadía de Lozano Sevilla llegó mucho más lejos. Confundió (y confundió al público) los tres saltitos iniciales con los tres tiempos del volapié. Cuando el Viti daba los tres saltitos antes de arrancar, decía Lozano y luego repetía la gente en la plaza: qué bien marca los tres tiempos...
El viernes estaba a mi lado una señora de Logroño echándole una bronca feroz a su marido: «nos hemos gastados siete mil pesetas en cada entrada por ver los Victorianos y aquí no ha salido ningún toro de Victorino...»
Señora, estos toros son de Victorino, pero están saliendo malos. «Me está usted tomando e! pelo. Yo sé muy bien cómo son ¡os toros de Victorino, porque los he visto en Madrid. Además tienen otro color más claro. Y estos son negros como los "corrientes".» Y no hubo forma de quitárselo de la cabeza.
Imbéciles
Uno es el blanco predilecto de los muchos que escriben
para el <<Correo del aficionado» de este suplemento, cosa
que no deja de ser un estimulante certificado de vida
profesional para el crítico. Y se agradece cumplidamente.
La pasada semana nos honró con una extensa carta don Julio
Ramos Paniagua, de Madrid, atribuyéndome batallitas que no han
pasado por mi cabeza. En el suplemento dedicado a favor y en contra
de Ojeda escribí unas .líneas con buen humor. Pero como el sentido
del humor sólo lo han tenido las personas inteligentes, que por
lo visto no son muchas, héteme aquí si un servidor tiene derecho
a llamarse a sí mismo imbécil y digo de antemano que voy a
escribir unas cuantas imbecilidades sobre Ojeda, el señor Paniagua
no tiene derecho a considerar imbéciles a mis compañeros de sección
por una retorcida y deformada interpretación del clarísimo
castellano que acostumbro a emplear.
Yo soy muy dueño de escribir cuantas imbecilidades me plazcan siempre que previamente las anuncie como tales para no equivocar al lector. Para tranquilidad del señor Paniagua, cuando yo mandé desde Salamanca esas líneas no sabía ni quiénes iban a escribir en el suplemento ni mucho menos lo que iban a decir. Lo leí cuando se publicó. Tengo por costumbre llamar imbéciles a los que estoy convencidos que lo son. Que no es el caso de Barquerito ni de Amorós, personas muy libres de opinar lo que les plazca sobre Ojeda o sobre Guerrita. De lo que puede estar convencido e! señor Ramos Paniagua es que cada vez que escribo ya cuento que van a leerme por lo menos cinco imbéciles.
Brutísimos
Después de ser testigo de las triunfales despedidas de
Manolo Vázquez y admirador de Antoñete (en el ruedo, se entiende),
me ha gustado ese magnífico cartel que verán los sevillanos,
con el complemento importantísimo de Rafael de Paula, torero de
indudable personalidad a pesar de sus vacaciones. Pensaba hacer un
viaje sólo para ver esto en Sevilla. Pero al saber que los toros
elegidos son los de Atanasio, ya no vale la pena hacer las maletas,
ignoro quién será el bárbaro ignorante que ha elegido
semejante «género» boayal para que esa tarde se estrellen tres
toreros tan importantes. O que tengan que hacer algún milagro para
robarle algún muletazo. Sea quien fuere el responsable, escrito
queda que ni al peor enemigo de Manolo, Antonio y Rafael se le podía
haber ocurrido disparate semejante. Recuerdan lo que escribí
hace poco en la feria de Salamanca, en el mano a mano Capea-Robles,
con moruchos de esta misma moruchería. Recuerden cómo se ha
deslucido la despedida de Bernadó en Barcelona con otros moruchos.
Los
coloquios
Comentar la corrida de cara al público es una
saludable actividad didáctica y recreativa que mejora
el nivel del aficionado medio si el que dirige los coloquios está
capacitado para esta función. Servidor se ha entregado
apasionadamente a este menester y en épocas de sueldos
desfasados con el nivel de vida me ha servido para equilibrar
las necesidades familiares. Este año, como gano lo necesario
para vivir con cierta holgura y los coloquios te parten la garganta,
la noche, y no dejan tiempo para disfrutar de las ferias con alguna
libertad, decidí cortar esta actividad.
Una serie de gentes han creído que esto de subirse a un estrado y hablar de la corrida es tarea fácil. Otra serie de tontitos responsables de sociedades taurinas, hoteles y demás han creído que es más rentable llevar a unos cuantos <<espontáneos» por los gastos, que pagarle el trabajo a un profesional especializado. Y por curiosidad, he salido alguna noche por esos hoteles y esos salones a ver cómo se las apañan mis imitadores. Oye, y tenía razón Benavente. Uno pasa verdadera vergüenza escuchando las tonterías que dicen algunos y cómo se pitorrea el público de estos espontáneos. En Valladolid he visto al público abandonar la sala a la hora de empezar. Lo de Logroño ha sido indescriptible.
TVE
Ignoro lo que va a pasar después del cese de Balbín. Pero
hace ya mucho tiempo que se lleva hablando de los nuevos responsables
del programa de toros en la «caja tonta». El asalto al codiciado
puesto ya está orquestado. Incluso están preparados los «equipos».
En principio, Ramón Gómez Redondo tenía la oferta de su íntimo
amigo José Carlos Arévalo-Ojeda y de su compañero de fatigas
y excursiones, José Antonio del Moral-Ojeda.
Pero, sabedor el jerarca Gómez Redondo de los delirios sanluqueños de ambos ciudadanos, sacrificó sus debilidades personales ante la evidencia del ridículo que se avecinaba. Presumiblemente. De nada sirvió que el referido - José Antonio de! Moral cambiara su conocida filiación fascista para convertirse repentinamente en un fervoroso militante del socialismo. Pero lo que sí prometió Gómez Redondo a sus amigos es impedir por todos los medios que yo entrara en televisión. En aquella época estaba servidor en «Pueblo», tenía mucho tiempo libre y me hacía ilusión hacer algún programa sin excesiva continuidad. Ahora no puedo.
Ahora, los tiros van por otro lado. Desde Sevilla prepara el asalto al puesto — y a ha formado el equipo— un conocido asaltante de coches de toreros en marcha, apoderado en la sombra y protector de Manolo Cortés y José Luís Parada, entusiasta defensor de las ganaderías especializadas en la práctica de afeitado, como los núñez. El referido ciudadano, con hechuras de picador o defensa central, tiene poblada barba rubia, aunque su apellido sea de color opuesto. Tiene la manía de imitar a Navalón en todo, menos en saber de toros y saber escribir.
Pero le ha dado por torear tentaderos y festivales, como hacía un servidor cuando era relativamente joven y moreno. El sevillano asaltante de coches de toreros (oye, no .te importa llevarme a la feria de Pamplona, que no encuentro billete de avión, dadas sus hechuras de picador, ha sufrido ya varias cornadas como contribución a esa servil faceta imitadora. Pero el barbudo de Sevilla tiene el mérito especial de formar parte de la ejecutiva del Partido Socialista en Sevilla y esto allana el camino.
Manolo
Vázquez
Pensaba dedicar esta crónica entera a la despedida
memorable de Manolo Vázquez, el sábado pasado en Logroño.
Pero a medida que los otros temas iban robando espacio, no me
parecía digno dedicarle poca extensión. Este es el inconveniente de
escribir a las tantas de la .madrugada al volver al hotel. Por otra
parte, no quiero hacer daño a Tomás Campuzano. Tenia la idea de
pormenorizar el contraste de lo que hizo el viejo maestro con sus
piernas flacas, con lo que dejó de hacer el fornido Tomás. Tenía
la intención de resaltar esas formar de torear que tuvo Manolo a su
primer toro, que se le veía con la cara alta y acostándose mucho
por el derecho, incluso antes de tomar la muleta. La forma de
resolver estos problemas, sin riesgo aparente y sin que llegara
al público la tremenda lucha que el torero llevaba por dentro cada
vez que citaba, era el motivo de esta crónica. Pero tiempo habrá en
otra ocasión.
Pero ahora reparo que para compensar los muchos elogios que dediqué al maestro sevillano en su despedida riojana, justo será también destacar los dos únicos detalles que no me gustaron y que, el torero se vio forzado a hacer contra su voluntad.
En Madrid, Manolo Vázquez recibió en solitario la ovación que le dedicaron al terminar el paseíllo. Desde el matinal ansón de Madrid, lo recriminaron esto corno un detalle de soberbia. O una falta de delicadeza con sus dos compañeros, nada más absurdo. Esas ovaciones eran para él. Para el broche de su gloriosa carrera, No tienen por qué salir los demás. El sábado, en Logroño, Manolo Vázquez sacó a saludar a Esplá y Campuzano. Mal hecho, maestro. Esa gloria era sólo tuya. Eras tú el que se despedía y no los otros. No debiste hacer caso a los que escriben de rutina o de tópicos. Cuando se invita a saludar a los compañeros es luego al final de un triunfo si todos han estado bien. Corno te sacó Esplá en el quinto. Durante las vueltas al ruedo se sabe qué clase de torero es el que ha hecho la faena por las cosas que le tira el público. A los buenos toreros, de las buenas faenas, sólo les tiran flores, puros y alguna chaqueta. Cuando aparecen los conejos y los melones es para otras faenas y otros toreros. Las dos vueltas al ruedo de Manolo Vázquez, en Logroño, fueron solemnes y sin animales de granja. Sólo un detalle, nota detonante: un zapatón enorme de un espectador. Manolo se quedó dudando cuando un peón se lo entregó. Y supongo que por delicadeza lo devolvió sonriente a su dueño.
Manolo Vázquez, tan exquisito toda la tarde y tan pendiente de los detalles antiguos, sabe muy bien que ese zapatón de hombre debió dejarlo en manos del peón. Las manos de un torero tan importante como él, las manos que acababan de derramar el arabesco de una faena inolvidable, no debieron rozar el zapato.
Y esa es ahora mi tristeza. Nos quedan muchos años para ver faenas premiadas con gallinas, corderos y frutos del campo. Nos queda que padecer a muchos toreros que devolverán zapatos de hombre en las vueltas al ruedo. A los que sentimos estas cosas, echaremos de menos esas vueltas triunfales de los grandes toreros donde a nadie se le ocurre tirar más que puros, sombreros y flores.
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