viernes, 2 de diciembre de 2022

PUROS, FLORES Y SOMBREROS.

 Por Alfonso Navalón

A los buenos toreros de las buenas faenas les tiran flores, puros y alguna chaqueta. Cuando en las vueltas al ruedo se tiran melones y conejos es que se trata de otros toreros y otras faenas. Al hablar de la despedida de Manolo Vázquez, Alfonso Navalón hace un augurio: Nos quedan muchos días para ver faenas premiadas con gallinas, corderos y frutos del campo. Echaremos de menos esas vueltas triunfa­les de los grandes toreros, como Manolo Vázquez.
 

Publicado en Diario 16 / 27 septiembre-83 y en el chofre el 16 de febrero del 2009

 En ésta fecha cuenta mucho la psicosis. Duran­te años, cuando el Viti montaba la espada se hacían unos silencios se­pulcrales por el indocu­mentado de turno de tele­visión, ya que le hizo creer al gran público que San­tiago Martín ejecutaba la suerte a la perfección. La osadía de Lozano Sevilla llegó mucho más lejos. Confundió (y confundió al público) los tres saltitos iniciales con los tres tiempos del volapié. Cuando el Viti daba los tres saltitos antes de arrancar, decía Lozano y luego repetía la gente en la plaza: qué bien marca los tres tiempos...

El viernes estaba a mi lado una señora de Logro­ño echándole una bronca  feroz a su marido: «nos hemos gastados siete mil pesetas en cada entrada por ver los Victorianos y aquí no ha salido ningún toro de Victorino...»

Señora, estos toros son de Victorino, pero están saliendo malos. «Me está usted tomando e! pelo. Yo sé muy bien cómo son ¡os toros de Victorino, porque los he visto en Madrid. Además tienen otro color más claro. Y estos son negros como los "corrientes".» Y no hubo forma de quitárselo de la cabeza.

 Imbéciles
Uno es el blanco predi­lecto de los muchos que escriben para el <<Correo del aficionado» de este su­plemento, cosa que no deja de ser un estimulan­te certificado de vida pro­fesional para el crítico. Y se agradece cumplida­mente. La pasada semana nos honró con una exten­sa carta don Julio Ramos Paniagua, de Madrid, atri­buyéndome batallitas que no han pasado por mi cabeza. En el suplemento dedicado a favor y en contra de Ojeda escribí unas .líneas con buen humor. Pero como el sen­tido del humor sólo lo han tenido las personas inteli­gentes, que por lo visto no son muchas, héteme aquí si un servidor tiene dere­cho a llamarse a sí mismo imbécil y digo de antema­no que voy a escribir unas cuantas imbecilidades sobre Ojeda, el señor Paniagua no tiene derecho a considerar imbéciles a mis compañeros de sección por una retorcida y defor­mada interpretación del clarísimo castellano que acostumbro a emplear.

Yo soy muy dueño de escribir cuantas imbecili­dades me plazcan siempre que previamente las anuncie como tales para no equivocar al lector. Para tranquilidad del señor Paniagua, cuando yo mandé desde Salamanca esas líneas no sabía ni quiénes iban a es­cribir en el suplemento ni mucho menos lo que iban a decir. Lo leí cuando se publicó. Tengo por cos­tumbre llamar imbéciles a los que estoy convencidos que lo son. Que no es el caso de Barquerito ni de Amorós, personas muy libres de opinar lo que les plazca sobre Ojeda o sobre Guerrita. De lo que puede estar convencido e! señor Ramos Paniagua es que cada vez que escribo ya cuento que van a leerme por lo menos cinco imbéciles.

 Brutísimos
Después de ser testigo de las triunfales despedi­das de Manolo Vázquez y admirador de Antoñete (en el ruedo, se entiende), me ha gustado ese mag­nífico cartel que verán los sevillanos, con el comple­mento importantísimo de Rafael de Paula, torero de indudable personalidad a pesar de sus vacaciones. Pensaba hacer un viaje sólo para ver esto en Sevilla. Pero al saber que los toros elegidos son los de Atanasio, ya no vale la pena hacer las maletas, ignoro quién será el bár­baro ignorante que ha ele­gido semejante «género» boayal para que esa tarde se estrellen tres toreros tan importantes. O que tengan que hacer algún milagro para robarle algún muletazo. Sea quien fuere el responsable, escrito queda que ni al peor enemigo de Manolo, Antonio y Rafael se le podía haber ocurrido disparate seme­jante. Recuerdan lo que escribí hace poco en la feria de Salamanca, en el mano a mano Capea-Robles, con moruchos de esta misma moruchería. Recuerden cómo se ha deslucido la despedida de Bernadó en Barcelona con otros moruchos. 

Los coloquios
Comentar la corrida de cara al público es una sa­ludable actividad didácti­ca y recreativa que mejo­ra el nivel del aficionado medio si el que dirige los coloquios está capacitado para esta función. Servi­dor se ha entregado apa­sionadamente a este me­nester y en épocas de sueldos desfasados con el nivel de vida me ha servi­do para equilibrar las ne­cesidades familiares. Este año, como gano lo nece­sario para vivir con cierta holgura y los coloquios te parten la garganta, la noche, y no dejan tiempo para disfrutar de las ferias con alguna libertad, deci­dí cortar esta actividad. 

Una serie de gentes han creído que esto de subirse a un estrado y hablar de la corrida es tarea fácil. Otra serie de tontitos responsa­bles de sociedades tauri­nas, hoteles y demás han creído que es más renta­ble llevar a unos cuantos <<espontáneos» por los gastos, que pagarle el trabajo a un profesional es­pecializado. Y por curiosi­dad, he salido alguna noche por esos hoteles y esos salones a ver cómo se las apañan mis imitado­res. Oye, y tenía razón Benavente. Uno pasa verda­dera vergüenza escuchan­do las tonterías que dicen algunos y cómo se pitorrea el público de estos espontáneos. En Valladolid he visto al pú­blico abandonar la sala a la hora de empezar. Lo de Logroño ha sido indes­criptible.

 TVE
Ignoro lo que va a pasar después del cese de Balbín. Pero hace ya mucho tiempo que se lleva hablando de los nuevos responsables del programa de toros en la «caja tonta». El asalto al codiciado puesto ya está orquestado. Incluso están preparados los «equipos». En principio, Ramón Gómez Redondo tenía la oferta de su íntimo amigo José Carlos Arévalo-Ojeda y de su compañero de fa­tigas y excursiones, José Antonio del Moral-Ojeda. 

Pero, sabedor el jerarca Gómez Redondo de los delirios sanluqueños de ambos ciudadanos, sacri­ficó sus debilidades perso­nales ante la evidencia del ridículo que se avecinaba. Presumiblemente. De nada sirvió que el referido - José Antonio de! Moral cambiara su conocida fi­liación fascista para con­vertirse repentinamente en un fervoroso militante del socialismo. Pero lo que sí prometió Gómez Redondo a sus amigos es impedir por todos los medios que yo entrara en televisión. En aquella época estaba ser­vidor en «Pueblo», tenía mucho tiempo libre y me hacía ilusión hacer algún programa sin excesiva continuidad. Ahora no puedo.

Ahora, los tiros van por otro lado. Desde Sevilla prepara el asalto al puesto  — y a ha formado el equipo— un conocido asaltante de coches de to­reros en marcha, apode­rado en la sombra y pro­tector de Manolo Cortés y José Luís Parada, entu­siasta defensor de las ga­naderías especializadas en la práctica de afeitado, como los núñez. El referi­do ciudadano, con hechu­ras de picador o defensa central, tiene poblada barba rubia, aunque su apellido sea de color opuesto. Tiene la manía de imitar a Navalón en todo, menos en saber de toros y saber escribir.

Pero le ha dado por torear tentaderos y festivales, como hacía un servidor cuando era relativamente joven y moreno. El sevilla­no asaltante de coches de toreros (oye, no .te impor­ta llevarme a la feria de Pamplona, que no en­cuentro billete de avión, dadas sus hechuras de picador, ha sufrido ya varias cornadas como contribu­ción a esa servil faceta imitadora. Pero el barbu­do de Sevilla tiene el mé­rito especial de formar parte de la ejecutiva del Partido Socialista en Sevi­lla y esto allana el camino.

 Manolo Vázquez
Pensaba dedicar esta crónica entera a la despe­dida memorable de Mano­lo Vázquez, el sábado pa­sado en Logroño. Pero a medida que los otros temas iban robando espa­cio, no me parecía digno dedicarle poca extensión. Este es el inconveniente de escribir a las tantas de la .madrugada al volver al hotel. Por otra parte, no quiero hacer daño a Tomás Campuzano. Tenia la idea de pormenorizar el contraste de lo que hizo el viejo maestro con sus piernas flacas, con lo que dejó de hacer el fornido Tomás. Tenía la intención de resaltar esas formar de torear que tuvo Manolo a su primer toro, que se le veía con la cara alta y acostándose mucho por el derecho, incluso antes de  tomar la muleta. La forma de resolver estos proble­mas, sin riesgo aparente y sin que llegara al público la tremenda lucha que el torero llevaba por dentro cada vez que citaba, era el motivo de esta crónica. Pero tiempo habrá en otra ocasión.

Pero ahora reparo que para compensar los muchos elogios que dedi­qué al maestro sevillano en su despedida riojana, justo será también desta­car los dos únicos detalles que no me gustaron y que, el torero se vio forzado a hacer contra su voluntad.

En Madrid, Manolo Vázquez recibió en solita­rio la ovación que le dedi­caron al terminar el paseíllo. Desde el matinal ansón de Madrid, lo recri­minaron esto corno un detalle de soberbia. O una falta de delicadeza con sus dos compañeros, nada más absurdo. Esas ovaciones eran para él. Para el broche de su glo­riosa carrera, No tienen por qué salir los demás. El sábado, en Logroño, Ma­nolo Vázquez sacó a salu­dar a Esplá y Campuzano. Mal hecho, maestro. Esa gloria era sólo tuya. Eras tú el que se despedía y no los otros. No debiste hacer caso a los que es­criben de rutina o de tópi­cos. Cuando se invita a saludar a los compañeros es luego al final de un triunfo si todos han esta­do bien. Corno te sacó Esplá en el quinto. Duran­te las vueltas al ruedo se sabe qué clase de torero es el que ha hecho la faena por las cosas que le tira el público. A los buenos toreros, de las buenas faenas, sólo les tiran flores, puros y algu­na chaqueta. Cuando aparecen los conejos y los melones es para otras faenas y otros toreros. Las dos vueltas al ruedo de Manolo Vázquez, en Lo­groño, fueron solemnes y sin animales de granja. Sólo un detalle, nota de­tonante: un zapatón enorme de un espectador. Manolo se quedó  dudando cuando un peón se lo entregó. Y supongo que por delicadeza lo devolvió sonriente a su dueño.

Manolo Vázquez, tan exquisito toda la tarde y tan pendiente de los detalles antiguos, sabe muy bien que ese zapatón de hombre debió dejarlo en manos del peón. Las manos de un torero tan importante como él, las manos que acababan de derramar el arabesco de una faena inolvidable, no debieron rozar el zapato.

Y esa es ahora mi tris­teza. Nos quedan muchos años para ver faenas pre­miadas con gallinas, cor­deros y frutos del campo. Nos queda que padecer a muchos toreros que de­volverán zapatos de hombre en las vueltas al ruedo. A los que sentimos estas cosas, echaremos de menos esas vueltas triunfales de los grandes toreros donde a nadie se le ocurre tirar más que puros, sombreros y flores.

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