Humilde nota preliminar: Si algún cronista es capaz de escribir una cosa como ésta ¡me la corto!
Publicado en elchofre.com el 22 de junio del 2009.
Cuando septiembre llora la
melancolía del otoño se nos ha ido José Tomás, flor de un día en
los marchitos jardines del toreo. Te has llevado la ensoñación de
tu mirada lánguida y por los ruedos no van a dejar huella tus pasos
‘perdíos’ ni tus nalgas forradas de seda, ni tu frente
cejijunta, tan alejada de la clásica estampa de torero, porque a
nadie se le ocurrió quitarte los rizos de astracán de la montera
para colocarte una boina y convertirte en un cateto de los chistes de
Gila, cuando en aquella España doliente lo único serio que podía
leerse estaba en las paginas de ‘La Codorniz’. Has tenido la
peluda genialidad de convertirse en una reencarnación de Manolete,
de aquel frágil ídolo del hambre y la censura. Pero te faltaba el
rostro y la majestad de aquel amor prostituto que sintió con toda su
alma, mientras el nacionalcatolicismo de los 40 se escandalizaba de
un amancebamiento condenado por el clero.
No tienes la mirada patética, ni el cuerpo estilizado, ni aquella nariz que destacaba sobre las profundas ojeras de una infancia desvalida. Manolete fue otro falso ídolo, inventado para olvidar las miserias de un país ensangrentado. Pero tenía empaque y llegaba al patio de cuadrillas con una solemnidad distinta a la de Pepe Luis que fue un genio sin agallas, un angelito rubio de mofletes barrocos. También era distinto a Domingo Ortega que juntó toda la sabiduría del toreo en sus andares zambos, era distinto a la sonrisa de Antonio Bienvenida, la majeza y la torería de los detalles y los destellos. Tampoco Carlos Arruza imponía el respeto y el silencio, porque era elástico como un deportista del más difícil todavía con las banderillas y el desplante del teléfono. Manolete era el prototipo de aquella época de ex combatientes donde un herido de guerra si era rojo no pasaba de ser un puto cojo, pero si era fascista lo llamaban caballero mutilado.
Mejor que Manolete, mucho mejor, toreaba Pepe Luis o el mismo Gitanillo de Triana, que le sirvió de criado en las trampas del sorteo. Y no hablemos ya de Cagancho, el gitano de los ojos verdes, ni cuando Rafael Albaicín desmayaba sus lances con aquellos trajes de fantasías inspirados en los dibujos griegos. Pero Manolete era ídolo de los desharrapados que se veían redimidos en la fama del torero con su piel desvaída de anémico, el ídolo de los ex combatientes, con aquella languidez estoica ante la muerte de la tarde. También fue el ídolo de los nuevos ricos, de los mangantes del estraperlo que lucían el mismo ‘Haiga’ (un Buick o un Cadillac) como el que trajo de su primer viaje de Méjico, gracias a los chanchullos del ministro José Antonio Elola. Manolete era un junco quebradizo con una belleza trágica en sus andares...
La
Montalvina.
Y ahora tú, José Tomás, te has aprendido de
memoria todos los vídeos del ídolo muerto. Medio siglo después
vuelves con las trampas que el público descubrió en sus últimos
años de vida, cuando le enseñaban furiosos las entradas porque los
estaba robando con aquellos becerrotes afeitados y encima la chulesca
arrogancia de Luis Miguel lo zarandeaba sin piedad y el pobre
Cordobés se achicaba ante la desvergüenza mundana de Dominguín que
puso de moda torear más en la calle que en los ruedos y hacer una
bandera del escándalo. Como la noche que se tiró a Ava Gardner en
vez de seguir gozando de su hermosura se echó a la calle para
contárselo a todo el mundo. Medio siglo después te has convertido
en un imitador de Manolete con este público ignorante que no sabía
quién fue el pobre mártir de Linares y se te han rendido ante lo
que sólo es una copia de un episodio perdido en la historia.
A Manolete lo ridiculizó años después un futbolista del Real Madrid en un festival de la SER. Aquella tarde Montalvo se lió a dar manoletinas y la gente se llamó a engaño porque si Montalvo, sin tener ni puta idea del toreo, dio 15 manoletinas seguidas en la plaza de Madrid, resulta que el famoso pase era un timo. Desde entonces las manoletinas se llamaron ‘Montalvinas’ y ya no se atrevió a darlas ningún torero en ninguna plaza medio seria porque el público se le echaba encima con una bronca. Ahora llegas tú con esa simpleza de garrulo y la gente se queda boba viéndote dar manoletinas como si fueras un futbolista en una becerrada en los concursos radiofónicos. Tú no has sido más que un imitador de un cuadro falso. A Manolete lo salvó la muerte del ridículo de verse desbordado por Luis Miguel que era sólo músculo sin aroma ni sabor, Luis Miguel toreaba como un ingeniero de montes haciendo los caminos de la concentración parcelaria, pero se acostaba con las gachís más deseadas y además iba con Franco a las cacerías mientras su genial hermano Domingo, luchaba en la clandestinidad comunista. Manolete era un tímido con complejo de Edipo y Luis Miguel, un desvergonzado machista hasta que llegó Lucía Bosé y lo llenó de cuernos. Cuando se hartó de aguantar sus chulerías, no olvidemos que en la vida de los grandes donjuanes siempre llega una mujer que les venga a todas. Y para más recochineo empezó acostándose con los amigos íntimos de su marido.
¿Por
qué no imitó a Belmonte?
A Manolete era muy fácil
imitarlo, desde Parrita hasta Mondeño, pasando por Frasquito le
copiaron todo. Lo difícil era imitar a Belmonte que inventó la
pureza dramática del toreo. A Belmonte no fue capaz de seguirlo
nadie. Por los años 50 apareció un novillero que se anunciaba como
‘sombra de Belmonte’ y una tarde llevaron a Juan para que lo
viera torear. Cuando le preguntaron su parecer sobre el muchacho,
contestó: ¿Así de malo era yo? José Tomás jamás podría imitar
a Belmonte porque torear bien es muy difícil cuando los públicos de
ahora no tienen ni puta idea de lo que fue Manolete, porque de otra
forma es inconcebible que haya picado la gente como borregos
adoradores de ‘un milagro’ como el de la Virgen aparecida a los
pastorcillos de Fátima. José Tomás es como aquella Virgen que se
apareció en una encina porque además en Galapagar hay también
muchas carrasqueras. En la tramoya de la escenificación influyó
mucho la falsedad de las televisiones inventándose lo que ya estaba
inventado y favorecido por la monotonía de unos toreros
cuadriculados que sólo han sabido amontonar derechazos.
En una época en que Curro Romero se vestía de luces con 68 años, no es extraño que asombraran las manoletinas y el medio pase con barrigazo del buscador de margaritas. Volviendo a lo de Manolete, todavía resulta más increíble esta memez de las masas comparando la cara del original y esta copia rural. Manolete tenía prestancia y sobre todo una nariz personalísima, José Tomás además de cejijunto, de facciones montaraces, tiene una nariz respingona y chistosa, Manolete recordaba a las águilas, José Tomás tiene cara de perro pachón. Ya digo que si Gila hubiera dibujado chistes de torero el modelo sería la cara de José Tomás.
Antes de
que lo echen
A Manolete lo glorificó la muerte, cuando ya
tenía a casi todo el público en contra, José Tomás se ha ido
antes de que lo echen. Nunca ha sido capaz de aguantar la
responsabilidad de una figura. Desde que salió de las manos de su
primer apoderado, ha escurrido el bulto, sus últimas temporadas son
un canto a la impotencia. Sin ambición, sin afición ha sido
manejado como un títere por la desmedida codicia de Martín Arranz,
que también como apoderado es una copia del siniestro Camará que
llevó a Manolete a la muerte. Martín Arranz, sabedor de la endeblez
de su torero ha jugado más a caerse de los carteles incómodos que a
imponer el mando ante toros serios. Lleva tres temporadas escapando
de las plazas donde sale el toro con poderío. Aparece en Madrid
donde se le perdona todo. Hasta la incompetencia de no poder con un
torillo que se le fue vivo. Y no por capricho, como han querido
vendérnoslo los cronistas engañadores. En Madrid y en Salamanca se
comportó como un novillero ignorante y sin recursos. Le dieron los
tres avisos porque creía que estaban muertos y no por el capricho de
dejarlos vivos. Aunque así fuera es inconcebible que los públicos
tomen como una genialidad lo que sólo sería un desprecio al que
paga la entrada. Nada más lejos de la estampa del torero chulo y
prepotente. A José Tomás que sólo mata borregos desmochados de
origen Domecq, lo han traído de cabeza muchos toros que no aceptan
esa misma faena que repetía, sin variantes, todas las tardes. Si el
toro no ‘entendía’ al torero, José Tomás, jamás fue capaz de
entender a ningún toro con problemas.
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